miércoles, 13 de agosto de 2008

Inés María Mendoza: la dulce misión de amar y servir

Inés María Mendoza Rivera nace en Naguabo el 10 de enero de 1908, hija de Juan Mendoza, ganadero y agricultor, y Jesusa Rivera, mujer de profundas convicciones religiosas quien la propia doña Inés calificaba como una santa, religiosa, todo corazón como son la mayoría de las mujeres puertorriqueñas.

Cursa sus estudios primarios y secundarios en las escuelas públicas de Naguabo, Yabucoa y Humacao. A los ocho años de edad queda huérfana de padre y para ayudar a su madre, doña Jesusa, a sostener la familia se hace maestra rural a los 17 años, obteniendo en 1925 su primer certificado de enseñanza. De esta experiencia académica doña Inés comenta que He ido siempre a la escuela pública de mi país. Aprendí yendo a la escuela pública a crecer y a vivir y a compartir con todos los demás estudiantes por igual. Creo que le debo a esta escuela pública, abierta a todos los niños, más que ninguna otra influencia en mi vida mi capacidad para entender a la gente.

Ingresa luego a la Universidad de Puerto Rico de donde se gradúa en 1927. La muchacha que había llegado a Río Piedras "calzando zapatos piel de foca y con ochenta libras de peso e ilusiones" se graduaba Magna Cum Laude del curso de Normal en la Facultad de Pedagogía de la Universidad, siendo la primera persona a quien se le otorgaba el Premio Carlota Matienzo por excelencia académica. Su participación activa en la vida universitaria queda demostrada por los diferentes cargos que ocupo: presidenta de la clase Normal, sub-directora de la Junta del Anuario de la Universidad, Tesorera de la Asociación de Niñas, Miembro del Comité Universitario de Estudiantes y Maestros, y miembro de la directiva de las Niñas Escuchas. El año de 1927 marca el inicio de su carrera docente como maestra graduada en una escuela rural de Río Blanco Arriba en donde enseñaba inglés a un grupo de octavo grado. Del primer día de clases recordaría años después que llegó a la escuela "para limpiarla de murcielagina y lavar y curar las cabezas de los muchachos que tenían una infección en la piel".

En 1931 recibe el grado de Bachiller en Ciencias del Teachers College de la Universidad de Columbia en Nueva York especializándose en supervisión de Escuelas. Trabaja ese año en la Academia Católica del Viejo San Juan y era miembro, según informa la prensa insular de esa fecha, del Partido Nacionalista Puertorriqueño. Doña Inés conoce a Pedro Albizu Campos y otros prominentes miembros de la causa nacionalista puertorriqueña con quienes desarrolló una estrecha relación de trabajo y de lucha. Fue precisamente doña Inés quien inserta en el ambiente nacionalista-independentista de la época de los años treinta a figuras reconocidas de las letras como a la historiadora puertorriqueña, la doctora Isabel Gutierrez del Arroyo según narra esta última en sus memorias.

Es en la ciudad de Nueva York que contrae matrimonio por primera vez en 1931 con el pintor puertorriqueño Rafael Palacios, de quien procrea dos hijos: Carmen y Rafael Palacios Mendoza.

Continúa estudios post-graduados de literatura española en la Universidad de Puerto Rico donde es discípula de la poetisa Gabriela Mistral, quien le insta a dedicarse a la literatura y con quien trabajó lo que habría de convertirse en una amistad perdurable.

Su gran vocación fue el magisterio, profesión que desempeña durante doce años y que ya había practicado debajo de unos árboles a la orilla del Río Blanco. En las escuelas de la isla, Inés Mendoza es maestra de inglés, principal de escuela, maestra en la Escuela Modelo de la Universidad y finalmente maestra de español en la Escuela Superior Central de Santurce.

Durante los años dedicados al ejercicio de la docencia pertenece a varias organizaciones insulares, educativas y culturales. A saber, la Asociación de Mujeres Graduadas de la Universidad de Puerto Rico, de la cual es secretaria y de cuya fundación fue testigo en compañía de las educadoras y líderes cívicas puertorriqueñas Isabel Andreu de Aguilar y María Machín, quienes la estimulan y orientan en su carrera docente; la Asociación de Graduados de la Universidad de Puerto Rico, la Asociación de Graduados de la Universidad de Columbia, la Asociación de Maestros de Escuela Superior, la Asociación de Maestros de Español, de la cual es miembro de la directiva del Capítulo de San Juan; la Asociación de Maestros de Puerto Rico, la Asociación Puertorriqueña pro Libertades Civiles, de la cual es tesorera; la Asociación Insular de Mujeres Votantes, de la cual es vocal del Comité Directivo Central, y la Fundación Carlota Matienzo, de la cual es miembro de su Junta de Directores.

A mediados de mayo 1937, le escribe al Lcdo. Arthur Garfield Hays, reconocida figura de la American Civil Liberties Union, quien en aquel momento dirigía la Comisión para la Investigación de los Derechos Civiles en Puerto Rico, que examinaba las violaciones a los derechos civiles en la isla; en particular, los relacionados con los incidentes que condujeron a la Masacre de Ponce del 21 de marzo de 1937. Le decía Inés María a Hays, que necesitaba hablarle de 3la imposibilidad de las libertades civiles de palabra y pensamiento, en un pueblo educado forzosamente en idioma extraño e impuesto". Si al famoso defensor de los derechos civiles le interesaba "la próxima masacre de la mentalidad del niño puertorriqueño", continuaba la querellante, estaba ella dispuesta a expresarse ante la Comisión tan pronto a él le fuera posible y conveniente.

En su deposición ante el Comité Hays en San Juan, planteaba doña Inés que el sistema prevaleciente de enseñar las distintas asignaturas en inglés a los niños era, según las principales autoridades pedagógicas, perjudicial sicológicamente, tendente a la confusión espiritual y por tanto un grave obstáculo a la formación integral del carácter, que era lo mismo que la formación integral de nuestro pueblo". Porque en realidad, sostenía, no se trataba de una cuestión pedagógica, sino política. Sirviendo la educación a la política en todos los países del mundo, lo mismo pasaba en Puerto Rico. Al preguntarle Hays si hacía propaganda política en el salón de clases, recibe esta respuesta: "No señor, no como usted entiende por propaganda política. Por supuesto, un maestro que enseña el Quijote, la novela picaresca y el teatro popular de Lope de Vega, debe enseñar amor a la humanidad para alcanzar la libertad y la belleza de la igualdad de los derechos y la justicia social que pueden ser apreciados en estas obras maestras de la literatura." Así comenzaba su defensa pública del vernáculo la joven y fogosa maestra independentista quien, irónicamente, en el contexto de la relación colonial, tuvo que dar la batalla a favor de la enseñanza en español en el idioma inglés.

A los pocos días, a comienzos de junio, se entera de que su contrato como profesora de español de la Escuela Superior Central no le será renovado para agosto. No obstante, se entendió en términos generales, aunque sin decirse oficialmente, que la acción respondía a que las expresiones críticas que había hecho la profesora ante la Comisión Hays iban en contra de la política educativa que imponía el gobierno norteamericano.


El activismo de la maestra que de súbito adviene a la notoriedad por su atrevido reto al sistema, se concretiza aún más cuando el 28 de mayo, al quedar constituida la Asociación Puertorriqueña de Libertades Civiles, forma parte del grupo de las veintisiete personalidades constitutivas del comité original de fundadores, entre los cuales se encontraban Vicente Géigel Polanco, Luis Muñoz Marín, Tomás Blanco y Ernesto Ramos Antonini. La profesora Mendoza ocupa la posición de Tesorera en la Junta de Directores de dicha ocasión.

Es durante este difícil periodo de su vida que conoce a Luis Muñoz Marín, quien habría de ser su esposo y futuro gobernador de Puerto Rico y de quien procrean dos hijas: Viviana y Victoria Muñoz Mendoza. Sobre su relación con Luis Muñoz Marín nos dice: Le acompaño como esposa y la madre de sus hijos. He atendido las casas que hemos vivido desde casas muy pobres de quince dólares al mes hasta la mayor mansión de Puerto Rico, La Fortaleza, tratando de que mi marido pueda trabajar bien, tener ideales sin que yo se los obstaculice y dedicarse a vivir enteramente por las causas nobles de la libertad, de respeto a la dignidad humana de cada criatura de Dios, del respeto mutuo que es la libertad fundamental, de la dignidad del hombre, de la mayor justicia de su ingreso, en sus oportunidades de estudio, en su protección en su seguridad. Mi misión al lado de él es y ha sido siempre el que él pueda vivir y trabajar con alegría y paz, con ilusión y serenidad.

Del 1937 al 1940 lo acompaña por campos y pueblos en un acercamiento a la gente y a la tierra puertorriqueña que resulta en el movimiento político triunfante - "movimiento educador" lo llama ella - en los comicios electorales de 1940: el Partido Popular Democrático. En los años en que Muñoz Marín ejerce la Gobernación de Puerto Rico, 1949 a 1964, Inés María Mendoza se destaca por su interés -y en la mayoría de las ocasiones fue el ente creador detrás de estos proyectos a través de escritos y memos enviados al propio gobernador- sobre el mejoramiento de la vida del área rural, y por su participación e iniciativa en el desarrollo de programas dirigidos a fomentar el bienestar de la niñez, la conservación de la naturaleza -particularmente de la flora puertorriqueña- y la educación de la comunidad entre muchos otros.

Doña Inés también sirvió de puente entre la cultura y el Gobierno de Puerto Rico. Fue precisamente ella quien respalda la llegada de exiliados de renombre y personalidades de las letras universales para que a través de la enseñanza, pudieran transmitir a los puertorriqueños sus vivencias, sus conocimientos y sus racionamientos sobre el mundo y su gente. Entre estas personas se encuentran la pensadora María Zambrano, los poetas Pedro Salinas, Gabriela Mistral, Juan Ramón Jiménez, de quien fue doña Inés parte de la delegación de puertorriqueños que lo recibieron a su llegada a Puerto Rico en 1936 y el cellista Pablo Casals que llega y se establece en la Isla en 1956 y, con el apoyo del gobierno, crea el Conservatorio de Música y el Festival Casals.

Para doña Inés uno de sus grandes amores eran los niños. Ellos eran gente creciendo y necesitan, por compromiso y por derecho, un ambiente apto para la formación de un buen ser humano. Entendía doña Inés que era a través de sus juegos que creaban su propio mundo de bien y amor que una vez siendo adultos luchan por implantarlo. Es por ello que doña Inés veló siempre que el gobierno desarrollara proyectos que fomentaran un cuidado de excelencia a la niñez.

Otros de sus amores era la tierra y la conservación de la misma. Afirmaba doña Inés que eran las mujeres las que tienen la obligación de cuidar la tierra y enfatizaba que Las mujeres tenemos que hacer en el campo la siembra de los jardines y de los huertos de árboles y de las talas de verdura y vegetales. Esta será la alfombra mágica sobre la cual viviremos una vida más feliz y añadía Sepan las mujeres... que a la tierra hay que arroparla como a un niño, hay que sembrarla para tenerla cubierta con su manta verde que la protege y enriquece. Los árboles y las plantas son las anclas de la tierra. Por este entrañable amor a la naturaleza, doña Inés fue nombrada en 1973 a ser parte de la junta de fiduciarios del Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico, entidad privada sin fines de lucro con el fin de rescatar terrenos para preservarlos en su estado natural para el disfrute de todos los puertorriqueños.

Doña Inés no concebía que a las personas no les importara conocer la naturaleza que les rodea y en una ocasión escribe: Ofende a las personas el que no les sepamos sus nombres; lo sienten más los que son nuestros amigos. El nombre que le sabemos y recordamos es lo que los saca de la anonimidad, lo que lo distingue en nuestro conocimiento. Es una ofensa también a una tierra como la nuestra el que no le sepamos los nombres como a amigos a sus lindas flores, a sus frutas deliciosas, a sus yerbas aromáticas, a sus árboles esplendentes. Salta a la vista la naturaleza tan llena de hermosura en Puerto Rico que esla mayor de sus desatenciones el pasarla por desapercibida. Es una tierra para ser nombrada y bien nombrada.

De los proyectos que con mayor cariño realizó a favor de la educación ambiental fue la publicación de un libro junto a los reconocidos artistas Jack e Irene Delano titulado Sabios árbolesSmágicos árboles. Doña Inés realizó su traducción al español.

Cada una de las actividades llevadas a cabo en el gobierno por doña Inés como Primera Dama de Puerto Rico llevaban un estilo peculiar en la que el elemento educativo tenía un papel hegemónico. La primera mujer del país no podía desafiliarse de su vocación de maestra que encontró debajo de unos árboles, haciéndole cuentos a los muchachos del barrio recuerdo el salto que dió el corazón, de pura sorpresa, al ver que los niños aprendían, como un milagro.Irónicamente en 1964 el Departamento de Instrucción Pública le renueva los certificados vitalicios de maestra de escuela elemental y maestra de escuela secundaria, reconociendo en ella el haber "seguido constante y devotamente dedicada al servicio de la escuela puertorriqueña."

Es a través de esa pasión de educar que trató de describir al pueblo puertorriqueño lo terrible y nefastas que son las guerras y los conflictos entre los hombres sobre la tierra. Cuando estalla el conflicto en Corea a principios de la década de 1950, doña Inés alienta a los puertorriqueños que participan en el frente de batalla por medio de publicaciones y cartas en las que les recuerda las montañas de la Isla, sus costumbres, su gente, el olor de las flores y la música de sus canciones. Doña Inés no podía olvidar la primera vez que vió partir un barco cargado de jóvenes para Corea. Recuerda doña Inés: Aquellos muchachos se llevaban en los ojos el verde de las vegas, el claro azul de nuestros mares, los celajes de nubes y luz recogidos en amaneceres y atardeceres en los montes. Sus montes -atalayas de paisajes, imán de sus recuerdos- ¡Cómo quedarán vacíos sus ojos de esta hermosura ante la otra tierra pelada, deshecha: polvo, fango, fuego! Cuando el barco se desprendió de sus amarras, se nos apretó a todos el corazón, pero no se decirles lo que sentí al oir que rompieron todos a cantar La Borinqueña y nos decían adios con sus guitarras. Un pueblo así, una gente así como ellos y como ustedes, le hace falta al mundo.


Fueron muchas las ocasiones en que por sus iniciativas y gestiones se llevaron a cabo importantes actividades dirigidas a la conservación y fomento de diferentes aspecto de la cultura nacional. Fue ella la que inició los festivales de Navidad para otorgar premios en los campos de las artes y literatura. Poco después su apoyo fue de gran importancia para la fundación del Instituto de Cultura Puertorriqueña y para su permanencia y fortalecimiento. Muchos otros programas culturales como la División de de Educación a la Comunidad, el Festival Casals, la restauración de edificios históricos y la creación de zonas históricas, contaron siempre con su inspiración y su más decidido apoyo.

A su vocación magisterial le sigue la vocación literaria cristalizada en artículos y ensayos que comienzan a aparecer en la década del 1920. Dispersos en revistas y periódicos de Puerto Rico y el extranjero, los escritos de doña Inés oscilan entre el artículo analítico y didáctico, y la breve prosa lírica, abarcando los temas que fueron puntal de sus intereses y preocupaciones a lo largo de su vida: la defensa del vernáculo, la preservación de la cultura puertorriqueña, la conservación de la naturaleza y la educación. Publicó en El Mundo, Escuela, El Diario de Nueva York, Temas, Arte y Letras, La Prensa, Cívico y otros. Algunos de los títulos son Padre, Encantamiento, Bahía, Las Nostalgias del Padre, Duelo, Campanero y Campanario, Cómo se sirve al pueblo de Puerto Rico, Sobre las cooperativas en la democracia, Sembremos el mundo de bien y de amor y ¿Qué significa dictadura? Igualmente escribió sobre asuntos del momento en la vida de la Isla y en el mundo ya fueran de carácter político, social o cultural. En su obra en general la narración y la introspección se mezclan unidos por los elementos de la remembranza resultando en piezas de gran lirismo. Sometido al examen crítico, el quehacer articulista de doña Inés merece, durante la década del cincuenta, comentarios favorables de la prensa cubana al elogiar ésta sus aptitudes y su talento periodístico. Por otra parte, la revista Temas, de Nueva York, describe sus columnas como "maternales esquelas" impregnadas del "lirismo de la sangre hispana". Un elemento literario común en todos los artículos y ensayos escritos por doña Inés es la cuentística que tiene su mayor expresión en el cuento titulado Mónica con amor que narra la vida cotidiana de una magnífica mujer campesina negra a quien doña Inés admiraba por su devoción en las tareas de su hogar.

Testimonio de una vida dedicada al bienestar del prójimo, el cuido de los recursos naturales, la lucha por los derechos humanos y la educación, son los reconocimientos y distinciones de que fuera objeto Inés María Mendoza por diferentes entidades y organizaciones. Algunas de ellas son: Medalla de la Liga de Asociaciones de Padres y Maestros, Medalla de la Federación Americana de Mujeres del Caribe, Ciudadana Hostosiana Distinguida, Comité del Sesquicentenario Eugenio María de Hostos, Maestra Excelsa de la Escuela Puertorriqueña, Doctorado en Leyes Honoris Causa de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, Madre de la Clase Obrera Puertorriqueña, Medalla del Comité Insular del Homenaje a la Vejez, Medalla de la República de Haití y Presidenta Honoraria de la Sociedad para la Conservación de los Recursos del Caribe.

Una vez doña Inés deja junto a su esposo La Fortaleza en 1964, continúa en sintonía de los problemas y dificultades de su pueblo. A través de sus continuos escritos en la prensa diaria del país, transmitía sus mensajes de justicia, de lucha por los derechos y la libertad de los hombres, y de amor por la tierra y la naturaleza. Es por ello que entre sus últimas luchas estuvo la defensa de los indocumentados haitianos que llegaron a las costas de Puerto Rico a principios de la década de los ochentas y por el rescate del voto limpio y libre que existe en todo país democrático a través de la inmortal consigna de ¡Sin Miedo!

El 13 de agosto de 1990, a los ochentidos años de edad, doña Inés María Mendoza Rivera de Muñoz Marín muere en el Hospital Auxilio Mutuo de Hato Rey. Con ella se silencia una de las voces más potentes y auténticas del reclamo de justicia, identidad y paz del pueblo puertorriqueño.

Su lucha y empeño en la conservación de la tierra puertorriqueño lleva a que el Fideicomiso de Conservación declare su reserva del área de Punta Yeguas en Yabucoa, con el nombre de Reserva Natural Inés María Mendoza de Muñoz, área reservada y que sirve de anidaje a aves endémicas de Puerto Rico en peligro de extinción. También la Fundación Luis Muñoz Marín honra en su sede a esta gran mujer con la creación de una sala dedicada a ella llena de historias y recuerdos. Además esta institución está desarrollando en San Juan un proyecto de parque urbano para el disfrute de todo el pueblo puertorriqueño llamado Parque Doña Inés en el que intenta educar y motivar a las presentes y futuras generaciones sobre la importancia de la conservación de nuestro medioambiente.

Es por ello que todavía nos parecen tan actuales aquellas palabras de doña Inés en que nos advertía: El trabajo de conservar se está atrasando mucho, se nos está haciendo tarde para los santuarios; guardar la vida en los jardines botánicos, en el aire puro, en las playas limpias, abiertas, con arenas sueltas, por las cumbres cubiertas, guardar retenidas las aguas por raíces hondas, en los manantiales. El primer santuario será el corazón del niño al que se le abran los sentidos a las maravilla de la naturaleza. Si logramos hacerlo en hogares y escuelas, en periódicos, televisión, cine y sobre todo con ejemplos vivos en la acción de nuestros líderes y maestros podríamos aun salvarnos.

Esta es la breve historia de una vida larga de una valiente mujer que encontró en su pueblo la dulce misión de amar y servir.



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