Por José Arsenio Torres
Las campañas políticas en una democracia, bajo condiciones de sociedad de masas, constituyen bailes de máscaras. Las agencias de publicidad, por dinero, expropian a los candidatos sus conciencias, o lo que verdaderamente son, y los fabrican a la medida de su estimado de la incapacidad del pueblo para distinguir los lobos de las ovejas.De ahí que la oferta electoral se convierte en una banasta de chucherías – o de grandes obras prospectivas- a espaldas de su viabilidad económica o social. Luego, al ganar la contienda electoral, basta con reclamar ignorancia de la verdadera situación del país cuando se hicieron las promesas, y se excusa el engaño.Acabo de describir el modelo político de Luis Fortuño. Constituye una variación del modelo de Pedro Rosselló, que justificó la era de corrupción que dirigió desde Fortaleza, con más de 40 ladrones confesos en las cárceles federales, sus más íntimos allegados y subalternos, con la cruda mentira de que él no sabía nada de lo que estaba ocurriendo frente a sus narices.Cuando se le quitó la careta a Pedro Rosselló, perdió las próximas elecciones, las del 2004. Aún así por ahí anda todavía amarrándole matojos aLuis Fortuño –con lazos que todavía le proveen Thomas Rivera Schatz y Primitivo Aponte. El baile sigue igual, con nueva máscaras, y nuevos actores simulando lo que no son.El actor principal ahora es Luis Fortuño, y se presenta con una máscara modificada frente a la de Rosselló: no la de grandes obras, costosas e improvisadas, sino de éstas y las correspondientes alianzas con el nuevo factor de nuestra penuria económica y social: el sector privado, creado por el Partido Popular y el patriotismo democrático de don Luis Muñoz Marín, y que ahora muerde la mano que lo crió y alimentó aún con todo y su estrafalario desempeño. Se trata ahora de adorar a de Dios infalible de Luis Fortuño y su club de marcianos endógenos, los americuchos y blancusinos de la nueva oligarquía.La careta de Luis Fortuño no es como la túnica de Jesús. Que se decía de una sola pieza. Tiene muchas, estrellas, la que encubría los despidos, ;a que abole los permisos, y la que consagra la entrega del bien común a los intereses privados, en el frente económico que linda con lo social y comunitario, tenemos la máscara populista en la campaña política- usada al presentarse ante las comunidades de Caño de Martín Peña, ahora hecha añicos por voluntad unánime de los legisladores PNP en ambas Cámaras, con un guiño afirmativo de Fortuño, que analizaremos en una próxima columna.Vamos a la máscara de los despidos. Sólo uno, dijo en la campaña, mientras planeaba 40 mil y lo está haciendo. ¿Es explicable, por ignorancia reclamada, una diferencia de esa magnitud? La mentira planeada, cínica, es la única explicación.Ese asalto e importante valor, como la dignidad del trabajo y la necesidad del empleo que la hace posible, no es compatible con ningún cristianismo práctico, que se dice profesar, aunque se trate de un catolicón de catedral. Ese asalto a valores fundamentales va acompañado de un crudo escamoteo de derechos adquiridos en el servicio público, mediante un criterio puramente mecánico y contable en mano de un club de técnicos incultos e insensibles.Ofende a la lógica y a la ética a un tiempo que todo esto transcurre y se justifica mientras tanto Fortuño como Pierluisi justifican las actividades económicas privadas de sus respectivas esposas: una notoria notaria, por un lado, y una banquera por el otro, otro Carrión, sin límites para hacer negocios con las agencias que dirige Fortuño, por un lado, y por el otro con los bancos beneficiarios de las políticas de Fortuño, por el otro.Ahora bien, el acto de autodevelación más crudo y literal del fortuñista lo proveyó la semana pasada ese genio importado de Desarrollo Económico que se llama José Pérez Riera. Añadiéndole pique a su ataque al movimiento laboral del viernes primero, en el sentido de que servía a agendas escondidas, de que no pasarían, y otras amenazas, la semana pasada este objeto volador no identificado le dijo a sus cuates del sector privado –Cámara de Comercio, desarrolladores, constructores, banqueros, aseguradoras e importadores- que el País era ellos. No del pueblo, sino de ellos, del sector privado allí aplaudiéndole como con panderetas de avivamiento pentecostal.Enterado de la torpeza de esas declaraciones, Fortuño dijo que el País era de todos. Los políticos marrulleros aclararon que el muchacho es más americano que puertorriqueño y que tiene problemas con el español. ¡Qué defensa!La filosofía implícita, pero a flor de labios, de esta camarillla de trepadores económicos, es sencilla: dinero que se gasta en servicios, es eso mismo, gasto. Mientras dinero que va a la ganancia privada, con recursos públicos, es eso mismo, ganancias. Eso es tan sencillo gramaticalmente como falso y estúpido en un sentido económico, para no hablar de su torpeza moral.Falta otra prenda, recientemente caída de la máscara fortuñista. Me refiero al anuncio del genio que dirige Corrección, un tal Carlos Molina, en el sentido de que su agenciase tornará, así, porque él lo dice, en una institución universitaria, al servicio de los presos. Y no sólo eso, sino que se constituirá en un seminario evangélico para producir pastores y ministros.Me pregunta: ¿sabe este señor lo que es una institución universitaria? ¿Ha leído la Carta de Derechos de nuestra Constitución que prohibe el uso de fondos públicos para fines religiosos, entre otros fines privados? ¿No sabe nada de la separación –completa- de la iglesia y el estado? No hay duda, ¡Nos invadieron los UFOS!
http://fortunoylasfuerzasnegativas.blogspot.com
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