Corrupción antes… y corrupción después de la gobernación
Por José Arsenio Torres
13 de octubre de 2008
Empecemos por la conclusión, para no perdernos, y repechemos luego, desde los hechos y los argumentos del análisis de hoy. Pedro Rosselló llegó a la gobernación con reclamos de racionalidad, programas y proyectos transformadores, buenos o funestos en sus consecuencias, pero llegó sano, sin el peso muerto de una corrupción anunciada, como es patentemente el caso de Luis Fortuño.Soy testigo de excepción de esa diferencia. Durante el año y medio que formé parte del primer Gabinete Ejecutivo de Pedro Rosselló observé a un líder ejecutivo racional y eficiente. Tan así, que toda la alta cúpula de su partido lo acusó de impolítico, de cirujano en Fortaleza, que no hacía las porquerías que todos esperaban del líder máximo del PNP.Tanto va el cántaro a la quebrada hasta que se rompe. Y Rosselló cedió a los apetitos de la mafia política de su tribu, y se convirtió en el propiciador de la ola, del tsunami de corrupción sin antecedente alguno comparable, en los anteriores quinientos años de nuestra historia.El hombre sucumbió a los apetitos de los empresarios, constructores, desarrolladores, aseguradoras y banqueros, de hambres acumuladas durante muchos años, incluyendo los años de Carlos Romero Barceló, de quien puede decir todo menos que dirigiera un programa sistemático de corrupción. Porque sus taras morales son otras, pero no el peculado, como le llaman en Latinoamérica. Esa tragedia personal selló a Rosselló como el Fujimori de Puerto Rico.Al salir de la gobernación dejó en las cárceles o en las cortes más de cuarenta pilletes de entre sus más allegados cómplices. Y todo, a más de propensiones de carácter, porque se metió a político, sin manejar las artes de la prudencia. El balance fue cenizas. Pero… pero… recuerde el lector que todo eso ocurrió después, empezando un año y medio después, de llegar Pedro Rosselló a la gobernación.Es de suponer, a base de mi fe democrática de carbonero —que el pueblo tiene buen sentido sobre el bien y el mal políticos— que de haber el pueblo sabido que Rosselló se convertiría en el monstruo amoral en que se convirtió, nunca hubiese consentido en enviarlo a Fortaleza, a custodiar y a usar los dineros amargamente sudados por los contribuyentes.En la vida histórica, política y ética, el pueblo raramente tiene una segunda oportunidad para ejercer su discreción sobre situaciones comparables. La oportunidad de juicio que no tuvo en el 1992, porque Rosselló era una ficha y una cara nueva en política, y andaba solo, en busca del respaldo del pueblo diz que para la estadidad, la tiene ahora, más que advertido y ante hechos indiscutibles, de que otro mesías —Luis Fortuño— le está ofreciendo una pareja salvación, hacia otra tierra prometida que fluye leche y miel.En el mundillo de Luis Fortuño, Puerto Rico es una entidad aislada en medio del Caribe, con una economía independiente de los Estados Unidos y del mundo. Su retracción económica, financiera y fiscal es obra de un solo hombre malo que quiere hacerle daño a su pueblo. Se trata de un pensamiento mágico, en el mejor de los casos. O de un pensamiento pueril, en el peor.En todo caso, se trata de un pensamiento —si puede honrarse con esa palabra sus balbuceos infantiles— ignorante, en caso de atribuírsele buena fe, que yo no le atribuyo, porque se trata de una ambición desmedida que desconoce cánones de verdad, de austeridad personal, de respeto a la dignidad e inteligencia del pueblo.Yo no pienso que en 1992 Pedro Rosselló quiso engañar al País. Lo que decía era lo que había en su cabeza y en su ánimo. Pero un año y medio más tarde se transformó, no su carácter, sino su programa, su método político, su concepto de lo que podía hacer con un pueblo crédulo y manso. Para ello se hizo rodear de la pandilla de delincuentes públicos más amoral y destructiva de nuestra historia.¿Quiénes? Los cuarenta y pico de presos y los que quedaron fuera disfrutando el botín del rossellato: Por ahí andan, dirigiendo a Fortuño, recogiéndole el dinero con el que se engatusa al pueblo, dirigiéndole la campaña, cabildeando por los grandes intereses desde la campaña de Fortuño: los Rodríguez Ema, los Ivar Pietri, los Andrés Guillemard, y docenas de otros “sospechosos usuales”. Eso en cuanto a los del grupo íntimo de Fortuño. Por fuera, los Rivera Schatz, las Norma Burgos, los primitivo Aponte.En otras palabras, los hombres y mujeres de Rosselló, hablando de cambio. El único cambio visible consiste en el hecho de que la corrupción de Rosselló ocurrió después de año y medio en la gobernación, mientras que la corrupción de Fortuño no esperó a llegar a Fortaleza, si el pueblo es tan torpe como para no leerlo a tiempo.Pretender llegar al poder rodeado de primitivo Aponte, Angel Cintrón, Guillermo Zúñiga, Ivar Pietri, Rodríguez Ema, Rivera Schatz, los dos narcolegisladores —Martínez y Lornna Soto—, y llamarle cambio a ese endoso a la corrupción, sobrepuja todo entendimiento.El dato fundamental de esta campaña, a tres semanas de expresarse el pueblo sobre las alternativas, es que Luis Fortuño no percibe intelectualmente la diferencia entre el interés público y el interés privado. Ni entre la función pública y el empresarismo privado. O no lo siente moralmente.Porque sus defensas —primero negación y después defensas— de las conductas de sus agentes políticos Guillermo Zúñiga, Angel Cintrón y otros no tiene otra explicación. No se trata de ladrones burdos tipo Misla Aldarondo o Víctor Fajardo, sino de abogados listos, pillines.Retrata a Fortuño de cuerpo entero desde mucho antes de la opción gubernatorial, si este pueblo quisiera liquidar lo que le queda de vergüenza, o la parte que no se robó el rossellato.En el momento en que las teorías de Bush y Fortuño —desmontar el gobierno y entregarle el País al gran colmillú— han rodado por tierra y sus falsos profetas de ayer claman por un rescate por el gobierno con los dineros del pueblo, Fortuño viene a predicarle a este País la misma teología del capitalismo a la trágala. Cuando el pueblo sienta la soga al cuello, ¿a dónde acudirá? Al gobierno que Fortuño quiere destruir, privatizándolo. Estamos a tiempo. A tres semanas de tiempo.
http://fortunoylasfuerzasnegativas.blogspot.com
http://votointeligente.com/candidato/carmenyulin
Por José Arsenio Torres
13 de octubre de 2008
Empecemos por la conclusión, para no perdernos, y repechemos luego, desde los hechos y los argumentos del análisis de hoy. Pedro Rosselló llegó a la gobernación con reclamos de racionalidad, programas y proyectos transformadores, buenos o funestos en sus consecuencias, pero llegó sano, sin el peso muerto de una corrupción anunciada, como es patentemente el caso de Luis Fortuño.Soy testigo de excepción de esa diferencia. Durante el año y medio que formé parte del primer Gabinete Ejecutivo de Pedro Rosselló observé a un líder ejecutivo racional y eficiente. Tan así, que toda la alta cúpula de su partido lo acusó de impolítico, de cirujano en Fortaleza, que no hacía las porquerías que todos esperaban del líder máximo del PNP.Tanto va el cántaro a la quebrada hasta que se rompe. Y Rosselló cedió a los apetitos de la mafia política de su tribu, y se convirtió en el propiciador de la ola, del tsunami de corrupción sin antecedente alguno comparable, en los anteriores quinientos años de nuestra historia.El hombre sucumbió a los apetitos de los empresarios, constructores, desarrolladores, aseguradoras y banqueros, de hambres acumuladas durante muchos años, incluyendo los años de Carlos Romero Barceló, de quien puede decir todo menos que dirigiera un programa sistemático de corrupción. Porque sus taras morales son otras, pero no el peculado, como le llaman en Latinoamérica. Esa tragedia personal selló a Rosselló como el Fujimori de Puerto Rico.Al salir de la gobernación dejó en las cárceles o en las cortes más de cuarenta pilletes de entre sus más allegados cómplices. Y todo, a más de propensiones de carácter, porque se metió a político, sin manejar las artes de la prudencia. El balance fue cenizas. Pero… pero… recuerde el lector que todo eso ocurrió después, empezando un año y medio después, de llegar Pedro Rosselló a la gobernación.Es de suponer, a base de mi fe democrática de carbonero —que el pueblo tiene buen sentido sobre el bien y el mal políticos— que de haber el pueblo sabido que Rosselló se convertiría en el monstruo amoral en que se convirtió, nunca hubiese consentido en enviarlo a Fortaleza, a custodiar y a usar los dineros amargamente sudados por los contribuyentes.En la vida histórica, política y ética, el pueblo raramente tiene una segunda oportunidad para ejercer su discreción sobre situaciones comparables. La oportunidad de juicio que no tuvo en el 1992, porque Rosselló era una ficha y una cara nueva en política, y andaba solo, en busca del respaldo del pueblo diz que para la estadidad, la tiene ahora, más que advertido y ante hechos indiscutibles, de que otro mesías —Luis Fortuño— le está ofreciendo una pareja salvación, hacia otra tierra prometida que fluye leche y miel.En el mundillo de Luis Fortuño, Puerto Rico es una entidad aislada en medio del Caribe, con una economía independiente de los Estados Unidos y del mundo. Su retracción económica, financiera y fiscal es obra de un solo hombre malo que quiere hacerle daño a su pueblo. Se trata de un pensamiento mágico, en el mejor de los casos. O de un pensamiento pueril, en el peor.En todo caso, se trata de un pensamiento —si puede honrarse con esa palabra sus balbuceos infantiles— ignorante, en caso de atribuírsele buena fe, que yo no le atribuyo, porque se trata de una ambición desmedida que desconoce cánones de verdad, de austeridad personal, de respeto a la dignidad e inteligencia del pueblo.Yo no pienso que en 1992 Pedro Rosselló quiso engañar al País. Lo que decía era lo que había en su cabeza y en su ánimo. Pero un año y medio más tarde se transformó, no su carácter, sino su programa, su método político, su concepto de lo que podía hacer con un pueblo crédulo y manso. Para ello se hizo rodear de la pandilla de delincuentes públicos más amoral y destructiva de nuestra historia.¿Quiénes? Los cuarenta y pico de presos y los que quedaron fuera disfrutando el botín del rossellato: Por ahí andan, dirigiendo a Fortuño, recogiéndole el dinero con el que se engatusa al pueblo, dirigiéndole la campaña, cabildeando por los grandes intereses desde la campaña de Fortuño: los Rodríguez Ema, los Ivar Pietri, los Andrés Guillemard, y docenas de otros “sospechosos usuales”. Eso en cuanto a los del grupo íntimo de Fortuño. Por fuera, los Rivera Schatz, las Norma Burgos, los primitivo Aponte.En otras palabras, los hombres y mujeres de Rosselló, hablando de cambio. El único cambio visible consiste en el hecho de que la corrupción de Rosselló ocurrió después de año y medio en la gobernación, mientras que la corrupción de Fortuño no esperó a llegar a Fortaleza, si el pueblo es tan torpe como para no leerlo a tiempo.Pretender llegar al poder rodeado de primitivo Aponte, Angel Cintrón, Guillermo Zúñiga, Ivar Pietri, Rodríguez Ema, Rivera Schatz, los dos narcolegisladores —Martínez y Lornna Soto—, y llamarle cambio a ese endoso a la corrupción, sobrepuja todo entendimiento.El dato fundamental de esta campaña, a tres semanas de expresarse el pueblo sobre las alternativas, es que Luis Fortuño no percibe intelectualmente la diferencia entre el interés público y el interés privado. Ni entre la función pública y el empresarismo privado. O no lo siente moralmente.Porque sus defensas —primero negación y después defensas— de las conductas de sus agentes políticos Guillermo Zúñiga, Angel Cintrón y otros no tiene otra explicación. No se trata de ladrones burdos tipo Misla Aldarondo o Víctor Fajardo, sino de abogados listos, pillines.Retrata a Fortuño de cuerpo entero desde mucho antes de la opción gubernatorial, si este pueblo quisiera liquidar lo que le queda de vergüenza, o la parte que no se robó el rossellato.En el momento en que las teorías de Bush y Fortuño —desmontar el gobierno y entregarle el País al gran colmillú— han rodado por tierra y sus falsos profetas de ayer claman por un rescate por el gobierno con los dineros del pueblo, Fortuño viene a predicarle a este País la misma teología del capitalismo a la trágala. Cuando el pueblo sienta la soga al cuello, ¿a dónde acudirá? Al gobierno que Fortuño quiere destruir, privatizándolo. Estamos a tiempo. A tres semanas de tiempo.
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