lunes, 22 de septiembre de 2008
Luis Fortuño: tiene problemas con el dinero
Por José Arsenio Torres
22 de septiembre de 2008 04:00 am
En general, el dinero es tan esencial a la vida social como las cosas mismas que se adquieren con él, en calidad de artículos y servicios, siendo precisamente su medida de valor. Como los humanos no podemos acumular las cosas físicamente, por razones de espacio y por su carácter perecedero, caemos en el síndrome de la usura y la acumulación desmedida del dinero, en parte por razones de seguridad para el mañana, y en gran medida por el vicio de la avaricia. Esa gula numismática culmina en la negación a los otros del dinero necesario para la obtención de los alimentos y facilidades necesarias a una vida sencilla, noble y feliz. El capitalismo, que como método de producción y distribución de artículos y servicios en un mercado libre ha probado ser eficiente, desde el punto de vista de los valores humanos fundamentales no es suficiente para los propósitos de la humanidad y la justicia. De ahí que haya que frenar sus excesos y sus crímenes de amontonamiento irracional, a costa de la satisfacción de los mínimos esenciales en la mayoría de los seres humanos sobre el planeta.Por todo lo anterior, los grandes pensadores de Occidente, desde Aristóteles y san Agustín, pasando por santo Tomás de Aquino y todos los genios morales desde entonces, han condenado la usura —el dinero produciendo dinero, sin referencia a las necesidades básicas del ser humano— y mucho más la gula que produce en los espíritus más pedestres del mundo económico y político. El capitalismo moderno dio al traste con esas sensibilidades, y la dedicación de vidas enteras a la acumulación de dinero se ha vuelto virtud y prestigio en los espíritus más vulgares —y exitosos— de nuestra vida pública. Son ahora lo que llamaba Ibsen "los pilares de la comunidad", a quienes el dinero les da reclamos de superioridad moral y patente de corso para el protagonismo, y para mucho más que eso: para la dirección política y moral del estado. En la historia de Puerto Rico el dinero dominó las alturas estratégicas de nuestra vida pública hasta 1940. Los que Franklin Delano Roosevelt llamó en Estados Unidos, en 1932, "malhechores de gran fortuna", Luis Muñoz Marín llamó en Puerto Rico "colmillús", que no solo practicaban la injusticia y la explotación de los trabajadores y los consumidores, sino que le compraban el voto para que su voluntad y sus necesidades no turbaran la paz de los ricos en el monopolio del poder. Antes de esos tiempos los estamentos tradicionales que la sociedad feudal española dejó en Puerto Rico juntaban, descaradamente, la explotación económica y el monopolio político. Aun con las resonantes victorias de Muñoz y el Partido Popular Democrático, ese ripio de oligarquismo social perduró en Puerto Rico hasta los días de Luis Ferré, Ramiro Colón y Miguel Angel García Méndez. El dinero era el valor, el prestigio y la virtud. No estamos totalmente curados de esa enfermedad moral, la de tomar los medios como fines. Amenaza una recaída histórica hacia la adoración del dios Mamón, cuando se identifica el progreso con la acumulación, y el liderato con la riqueza monetaria, despreciando a los servicios de otros en todos los géneros de la urdimbre social.Bien conocida es la procedencia y la dedicación de nuestros grandes dirigentes de la generación del 40, una mutación humana que de las entrañas del egoísmo republicano de los años 30 del pasado siglo sacó por lo menos una docena de patriotas servidores públicos a quienes la relativa pobreza económica no les impidió la grandeza. Su riqueza consistió en su identificación con la causa de la justicia social, una riqueza que hoy apenas se entiende. A aquellos hombres y mujeres se les podía creer cuando profesaban su amor al pueblo de Puerto Rico: numeroso, pobre, desesperanzado. Uno sabía en aquellos años —yo a mis 14 años de entonces ya lo sabía— de dónde venían a la vida pública, a qué venían, dónde estaba su tesoro: en el sufrimiento del País a manos de los republicanos de entonces. Allí estuvo también su corazón. Estas reflexiones se imponen cuando contemplamos la tentación del pueblo, que es la tentación del olvido y la ignorancia, de ceder ante la fascinación de un nuevo y criollo flautista de Hamelín, envuelto como está en un narcisismo mágico, consistente en proponer la redención total de todos los problemas del pueblo pobre y mediano, mediante la entrega total y supina a los intereses corporativos de los ricos que pagan su campaña. Se llama Luis Fortuño, un abogado corporativo, que viene de la afluencia económica —del dinero en cantidades navegables—, pero que al tener que dar cuenta de él, tanto del de su campaña como del suyo personal, se vuelve una culebra enredada en mil vueltas y ocultaciones. Acaba de ser emplazado ante las autoridades federales por mor de ese juego de "enseño y oculto", "ahora lo ves, ahora no lo ves". Ha estado conectado —por el dinero— con algunos de los personajes más siniestros de la campaña republicana en Estados Unidos: Tom Delay, Abramoff, Doolittle y Jeff King, algunos presos y otros al borde. Ha contribuido miles de dólares a campañas de allá y recibido otro tanto, sin detalles ni explicaciones acá.Una constante en la actitud de todos los gobernadores de Puerto Rico, de Muñoz a Aníbal Acevedo Vilá, fue la del motivo populista, la auscultación del estado y la peripecia de la vida humana bajo condiciones de necesidad, de carestía, en simpatía con el sufrimiento. Lejos de ello, la campaña de Luis Fortuño es de manipulación de quejas e insuficiencias en el pueblo, producto de una crisis económica americana y mundial, que el ha dicho allá que no tiene que ver con Bush, pero que acá el único responsable es el Gobernador, ignorando la Legislatura más corrupta de la historia del País, que antes dirigió Rosselló y ahora dirige él, sin cambio alguno. Agita al pueblo con el "bolsillo", pero llena sus bolsillos políticos y familiares con enormes sumas que a él y a su señora le proveen los mogules del capital corporativo del País. Una mente así ocupada por el dinero como valor supremo no tendrá tiempo para el pueblo. Y es al pueblo al que le va la vida.
http://fortunoylasfuerzasnegativas.blogspot.com
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